noviembre 7, 2022
Desde los inicios del tiempo, el hombre ha recordado a sus dioses y sus héroes en altares, que con el paso de los siglos se convirtieron en monumentos, adornando templos, veredas y paseos. Esta tendencia dentro de las artes visuales, conocida como escultura conmemorativa, se sostiene sobre la idea de conservar la memoria de personas o hechos históricos a través de emplazamientos escultóricos. Con la continua especialización de los artistas dedicados a esta rama, los monumentos adquirieron un lenguaje codificado a través de símbolos muy precisos. Así, por ejemplo, figuras que en vida habían sido intelectuales, eran representados sentados, los políticos de pie, y los guerreros y militares en esculturas ecuestres, entre otros muchos elementos.
Gabriel Cisneros nos habla en esta lengua, oculta en el tiempo. Utiliza su simbología como una especie de guion, y en el proceso subvierte valores muy precisos, que le permiten adecuarlo a nuestro contexto. Sus esculturas adoptan los rasgos propios de una figuración académica virtuosa, pero a partir de situaciones distintas, trastocando los signos de la tradición que las respalda, exigiéndoles una coherencia más acorde a nuestros días.
Piezas como Hombre mirando al sur, Ocio o El gran orador, por ejemplo, nos muestran figuras de pie (recordemos que así eran recordados los políticos) con ligeras modificaciones, que provienen de la propia representación, y que juegan, muchas veces entre la ironía y el sarcasmo, con la readecuación de estos personajes públicos en la sociedad contemporánea. ¿Cómo serán recordados muchos de nuestros políticos, o cómo merecen ser recordados? Es la pregunta que algunas de estas piezas nos susurran al oído. Otras como Afecto o La embestida, se limitan a la recontextualización de las figuras que representan, a omitir o disponer de una forma ligeramente distinta aquello que esperamos ver como espectadores. Buscan la extrañeza, y en el proceso nos guían por caminos insospechados dentro de nuestra percepción y nuestra psiquis. Finalmente, piezas como Piedad o Éxtasis involucran la carga simbólica de la tradición judeocristiana, y su extensa historia en la cultura occidental, desde un enfoque fresco y desprejuiciado. Pero no solo eso. Piedad, por ejemplo, también habla de la guerra, de esos matices del relato bélico que involucran a la familia, y cuestiona el romanticismo con que ha sido tratado. Éxtasis, por su parte, busca sacar de su entorno habitual a la que posiblemente sea la figura más representada de la historia, y permitirle un merecido descanso.
En Sobre jinetes y amantes, vemos cómo el trabajo reciente de Gabriel Cisneros traza el diálogo con su espectador desde diversas líneas discursivas. Líneas que en algún punto se complementan, del mismo modo que lo hacen las cuerdas de un instrumento musical. Entre algunos tonos graves y otros, más agudos, su melodía nos cuenta muchas verdades. Unas no tan placenteras. Otras extremadamente bellas.
La exposición ocupará las salas de NG Art Gallery hasta diciembre del 2022.
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