Luego de su
prolongado letargo, de años y años enfrascada en la lisonja y el elogio; la
Historia de Cuba parece haberse despertado sorprendida, cual liebre en fábula
de Esopo, descubriéndose rezagada en medio de una carrera, cualquiera que ésta
sea. Por ello -supongo- esta sensación de estar viviendo cada momento como
histórico; por ello la premura y el sentir apresurado de los últimos
meses. En este 2015, por ejemplo, en lo que respecta al arte cubano, luego
de los ruidos de una performance fallida, una controversial Bienal, y el
regreso de Tomás Sánchez al Museo Nacional de Bellas Artes; pudiera pensarse
que poco quedaba por escribir. Sin embargo, en este momento, que para algunos
supone el inicio de un proceso de apertura a escenarios internacionales, una
ola de artistas han comenzado a posicionarse, marcando pauta.
Recientemente,
mientras La Habana era visitada por su tercer Papa; nuestro arte dejó un fuerte
rastro en la feria ChACO´15, celebrada
en Santiago de Chile. Ya en su séptima edición, ChACO ha logrado establecerse
como uno de los escenarios a tomar en cuenta respecto al arte latinoamericano.
En esta ocasión, con la presencia de más de 60 galerías (en su mayoría chilenas
y argentinas), la propuesta cubana se asomó, entre discreta y rotunda, desde dos
ángulos.
En el
stand compartido por Co Galería (Chile) y Galería Seis Seis (Cuba), las obras
de René Peña y Mabel Poblet, entre
otros, dejaron una sentida marca en el público. Con una museografía en la que
primaban diversos formatos, como el caso de las fotografías de Ernesto Javier
Fernández, la maqueta de Humberto Díaz o los objetos de Adonis Flores, el
proyecto tuvo una aceptación aplastante; legitimada con la nominación de Diana
Fonseca al premio otorgado por Art Nexus, y patrocinado por EFG Bank, a
artistas latinoamericanos emergentes. Esta nominación será determinada en el
próximo mes de diciembre, en Art Basel Miami, donde confluirán los artistas
nominados en las ferias más importantes de Latinoamérica: ChACO, ArtBO (Bogotá,
Colombia), ArtLima (Lima, Perú), SP-Arte (Sao Paolo, Brasil) y arteBA (Buenos
Aires, Argentina).
De forma
igualmente contundente, otro stand debutó como representación del arte cubano
en ChACO, compartido por NG ArtGallery (Panamá) y Collage
Habana (Cuba). A partir de una selección plural, a la vez que barroca, su
propuesta se acercaba a las diversas formas, generaciones y voces del arte
contemporáneo de la Isla. Desde los lienzos mito-fantásticos de Manuel Mendive
hasta los retratos hiperrealistas del joven Jorge Dáger, el rango de
obras se diversificó, explorando varias sensibilidades. La ironía histórica de
los relatos visuales de Frank Martínez (The Game y Doble Turno) o las
exquisitas imágenes de Alex Hernández (Señuelo
015) fueron algunas de las tesituras que desplegó la muestra. La fotografía
tejida manualmente de Jorge Otero, degustada
exitosamente por coleccionistas chilenos, deslumbró con su equilibrio entre
concepto y pureza estética. Niels Reyes, por su
parte, fue otro de los nombres repetidos como eco entre la audiencia. Sus óleos
dejaron atónito a más de un espectador, que quedando varado frente a ellos, los
evaluaba, por minutos interminables, como quien esperara en cualquier momento
una respuesta.
En
sentido general, ChACO ha sido sólo un preludio
de ese escenario futuro en el que, desprotegido del aura mítica y del –en
muchos sentidos beneficioso– aislamiento, nuestro arte se mide entre sus
iguales. La confluencia en estéticas globalizadoras, la defensa a ultranza de
una poética autóctona, la incorporación de obscuros mecanismos mercantiles, la
fomentación de un coleccionismo nacional; serán algunas de las tensiones,
contingencias y posibles riesgos.
Luego
de despertar, entre el reproche y los pasos apresurados para incorporarse en la
carrera, la liebre tuvo la oportunidad de aprender de aquellos que le llevaban
ventaja, de sus aciertos y errores. En la medida en que fuera capaz de
aprovecharlo, decidiría si tomar el mismo camino, o crearse uno propio.
, compartido
por NG ArtGallery
(Panamá) y Collage Habana (Cuba). A partir de una selección
plural, a la vez que barroca, su propuesta se acercaba a las diversas formas,
generaciones y voces del arte contemporáneo de la Isla. Desde los lienzos
mito-fantásticos de Manuel Mendive hasta los retratos hiperrealistas del joven
Jorge Dáger, el rango de obras se diversificó, explorando varias
sensibilidades. La ironía histórica de los relatos visuales de Frank Martínez (The Game y
Doble Turno) o las exquisitas imágenes de Alex Hernández (Señuelo 015) fueron
algunas de las tesituras que desplegó la muestra. La fotografía tejida
manualmente de Jorge Otero, degustada exitosamente por coleccionistas chilenos,
deslumbró con su equilibrio entre concepto y pureza estética. Niels Reyes, por
su parte, fue otro de los nombres repetidos como eco entre la audiencia. Sus
óleos dejaron atónito a más de un espectador, que quedando varado frente a
ellos, los evaluaba, por minutos interminables, como quien esperara en
cualquier momento una respuesta.
En
sentido general, ChACO ha sido sólo un preludio de ese escenario futuro en el que,
desprotegido del aura mítica y del –en muchos sentidos beneficioso–
aislamiento, nuestro arte se mide entre sus iguales. La confluencia en
estéticas globalizadoras, la defensa a ultranza de una poética autóctona, la
incorporación de obscuros mecanismos mercantiles, la fomentación de un
coleccionismo nacional; serán algunas de las tensiones, contingencias y
posibles riesgos.
Luego
de despertar, entre el reproche y los pasos apresurados para incorporarse en la
carrera, la liebre tuvo la oportunidad de aprender de aquellos que le llevaban
ventaja, de sus aciertos y errores. En la medida en que fuera capaz de
aprovecharlo, decidiría si tomar el mismo camino, o crearse uno propio.